Trolls y haters. El derecho a la libre expresión y no discriminación

 

 

Por Yoanka Rodney

 

Por problemas de seguridad, ya que he sido agredida en las redes sociales, no atenderé más Facebook” … “un hombre se obsesionó conmigo…cuando lo bloqueé,hackeó mi perfil personal y una página llamada Historia de la Vida, donde compartía historias reales, solo cambiando los nombres. Lo denuncié, me hice cuentas nuevas y la restringí…pero tiene muchos perfiles y aún intenta comunicarse conmigo”

Kira Romero (Tomado de IPS, 2 de octubre 2019)

A inicios de octubre del pasado año, la agencia de noticias IPS relataba bajo el título La violencia en internet alcanza ya a las mujeres cubanas, un artículo que envía un mensaje claro:la necesidad de estudiar con urgencia y empoderar a las mujeres cubanas contra la violencia machista. El escrito hace referencia a la decisión de la emprendedora Kira Romero de abandonar Facebook por ser víctima de continuas agresiones, después de hacer público su proyecto Firdaus, primer bazar para musulmanas en Cuba.

El testimonio anterior es el drama de muchas mujeres con nombres y rostros que deciden ser emprendedoras y abrirse espacios en las redes sociales. Al defender sus sueños molestan a quienes abrazan el patriarcado y como resultado son víctimas de diversos tipos de violencias que se propaga mediante las redes sociales.

Sin duda alguna, las redes sociales contribuyen a difundir hechos y datos, articulan relaciones que complementan y ocasionalmente reemplazan al trato presencial. Estos sitios ofrecen a grupos e instituciones de toda índole la posibilidad de promover sus intereses. El acceso abierto, el empleo del anonimato, la ausencia de filtros para los mensajes que circulan en ellas son virtudes que afianzan la libertad de expresión en las redes sociodigitales. Pero esos atributos, al mismo tiempo, favorecen la propagación de banalidades, mensajes de odio e intolerancia[1]

En la misma medida en que la comunicación en línea posibilita la reflexión, el debate e incluso la polémica, también propaga prácticas que en reiteradas ocasiones ponen de relieve el complejo encuentro de los procesos de discriminación con el derecho a la libre expresión. La tecnología digital conecta todo tipo de comportamientos, entre ellos, los que manifiestan constantemente conductas hostiles, calificadas en muchos casos como trolling (propagación en línea de insultos y amenazas de usuarios que suben contenidos polémicos derivados en comentarios afectivos) o hating (contenidos cargados de una animadversión explícita, generalmente dirigida contra una persona o sector social con la finalidad de intimidar)[2]

Los trolls y haters atacan a periodistas, políticos, deportistas, personas famosas y otras no tanto. Por ello también son blanco de sus improperios mujeres investigadoras, blogueras feministas, mujeres del arte, periodistas, en fin, mujeres que se dedican a temas de género, sexualidad, violencia de género, en sus muros de Facebook o Twitter. Trolls y haters suelen ser provocadores anónimos o con identidades falsas. Aunque vale reconocer que no todos los que ejercen el trolling o el hating lo hacen desde el anonimato y el engaño, y, en ocasiones, cualquier persona puede indistintamente en un momento determinado comportarse como uno u otro.

Un troll es una persona que, mediante comentarios, insultos, fotos que expresan odio, prejuicio o cualquier mensaje desagradable, simplemente producto de una reacción emocional desmedida, quizás para llamar la atención o hacerse notar, puede causar enfrentamientos personales o grupales rápidamente, así como destruir la reputación de alguien en cuestión de minutos con sus acciones y actitudes[3]. Su función es reclamar la atención o la de imponer un tema y su modo de pesar. No les importa lo que dicen, ni las reacciones que puedan provocar en la víctima, sólo quiere “brillar” por un momento resaltando cosas negativas. Mientras más personas les hacen caso, más felicidad para ellos. Por su parte, un hater considera que lo que expone es verídico y utiliza diferentes formas para demostrarlo, aunque esté equivocado. Sus injurias y difamaciones pueden ser bien lesivos e hirientes.

Otro ejemplo de este tipo de agravio lo encontramos en el artículo Misoginia y sexismo en el ataque a las ciencias sociales. En el mismo, Elizalde[4] hace referencia a los ataques misóginos, sexistas y violentos en términos de género, de los comentarios lanzados por los trolls a distintas mujeres investigadoras que se dedican a temas de género y sexualidad desde disciplinas sociales. Al respecto, comparte lo planteado por “Muticia Ayelén Huenchupan”, en el muro de una compañera que investigó las dinámicas de apropiación de la música romántica y, antes, de la cumbia, por parte de sus fans femeninas –quien escribió– “Por qué las mujeres son tan Tontas?(sic) Atrasan la ciencia con algo que no impacta ni modifica en nada, creen que esto es ciencia? Esto parece lo que yo hacía a mis 7 años jugando a ser investigadora de hojas de árboles”.

Para Elizalde la preocupación, pues, por dar cuenta de las condiciones no sólo históricas sino actualizadas de funcionamiento del sexismo y de la misoginia (entendida como desprecio u odio hacia las mujeres, lo femenino y/o lo culturalmente feminizado) encuentra renovadas razones ante las afrentas acometidas contra las investigadoras mujeres y, con especial saña, contra quienes trabajan temas asociados a los géneros y las sexualidades. Señala además que estas actividades “se inscribe en el tipo de acciones que responden a una específica política de ataque y/o persecución con fines político-ideológicos bien concretos (…) estas agresiones buscan aleccionar al respecto de la “futilidad”, la “irrelevancia” y la “ilegitimidad” de producir evidencia empírica y reflexión teórica sobre ciertas prácticas culturales.

En la situación aquí analizada, las aseveraciones peyorativas y sexistas contra investigadoras del campo de los estudios de género y sexualidades funcionan habilitando y reforzando el control, la estigmatización y la sanción pública sobre ellas, en tanto medidas “aleccionadoras” ante sus “desvíos” o atrevimientos investigativos.

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[1] Trejo Delarbre, R. “En el prejuicio y la palabra: los derechos a la libre expresión y a la no discriminación en contraste”. En: Jesús Rodríguez Zepeda y Teresa González Luna Corvera. 2018. Consejo nacional para prevenir la discriminación.

[2] Donath, 1999; Dhalberg, 2001; Hardacker, 2010; Rafferty, 2011; MacKinnon y Zuckerman, 2012; Markey, 2013; Bishop, 2013; Reagle, 2015; Barredo I., D. et. al 2018; Trejo D, R. 2018

[3] Barredo Ibáñez, D.; Cunha, M. R. & Hidalgo Toledo, J. (Eds.) (2019)

[4] Elizalde, S. (2016) en su artículo Misoginia y sexismo en el ataque a las ciencias sociales

 

Este post expresa el punto de vista de su autora.
Texto escrito especialmente para la sección Bullying & Arte. Se prohíbe su reproducción en cualquier medio o formato sin la autorización expresa de la autora y Circuito Líquido.
© Imágenes: ameco press;  sus autorxs

 

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1 comentario

    • Arrepentida el 7 noviembre, 2022 a las 21:21
    • Responder

    Hola que tal buenas tardes! acabo de notar que están compartiendo una serie de comentarios que he realizado en facebook hace unos 6 años, y se me sigue citando con nombre y apellido, rogaría por favor si pueden dejar de compartir estos dolorosos comentarios que en aquel momento he cometido, reconozco plenamente mi error, es horrible lo que comenté y de qué manera. Hoy en día puedo entender lo mal que estuve, lo mal que le hice a esa mujer y lo mal que tenía mi cabeza!! o sea, en qué estaba pensando? cómo fue que le dije esas cosas terribles y gravísimas? sufrí un sinfín de cambios, y he tomado un tiempo de reflexión, he cambiado mi forma de pensar respecto a un montón de cuestiones en lo que respecta al feminismo, hay miles de formas de portar el feminismo, de aplicarlo y de sentirlo, y me llena de orgullo ser mujer, y poseer todas estas oportunidades increíbles que el feminismo ha podido lograr con tantos años de lucha pero también mucho sufrimiento, empatizo con todas ellas y con todo lo que se ha podido avanzar en estas cuestiones sociales para que todas podamos tener todos los derechos y oportunidades que en otras épocas se nos habían negado. Vengo de familias machistas que tuvieron que sufrir también sus propios procesos para entender que todas estas cuestiones estaban mal, era increíblemente injusto cómo las mujeres siempre eran condenadas hasta por querer salir de aquellos entornos tóxicos en los que vivían. Hoy en día comprendo plenamente que todas somos una, y cada aporte es inmenso, sobre todo para ser escuchadas e ir empujando a las demás a seguir adelante.
    Comprendí que todos tenemos nuestros propios procesos para asimilar ciertas cuestiones disruptivas, que es importante para para evolucionar. Me siento totalmente avergonzada al volver a leer ese desafortunado comentario de mi pasado y realmente quisiera que ya dejaran de citarlo, de verdad necesitaría dejar de cargar esa cruz para que aquellas mujeres a las que agredí pudieran perdonarme.
    La vida da un montón de vueltas y eso trae sus cosas buenas y sus cosas malas, como reflexión personal, uno elige qué hacer con eso, es parte de la inteligencia emocional.
    Leí un poco sobre tu perfil en este espacio, y quiero que sepas que me inspiras un montón.
    Saludos desde esta parte del mundo. Muticia Ayelen huenchupan

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