Por Anay Remón
(…) Tras el discurso de que estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles, subyace la certeza de que en Cuba -como en todas partes- hay insatisfacción y frustración, gérmenes del espíritu irreverente del metal. El intento de hacer perdurar ideales que no pudieron soportar la debacle de los noventa, ha creado un presente lleno de contradicciones, aprovechable para toda manifestación del arte que se autoerija como vocera de los problemas reales de nuestra sociedad. Si el metal ha representado un paliativo para el individuo en momentos aciagos, y una fuente de rebeldía en circunstancias históricas decisivas, probablemente la mayor de las Antillas -que alberga tanto de leyenda como de hosca realidad- constituya la segunda plaza metalera importante de América Latina, solo superada por Brasil.
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