Seminario Economía de la Cultura

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Más allá de las cifras. Cultura y Economía en la balanza de Circuito Líquido
Un artículo de Naylen Tocabens

Tensiones dudas e incertidumbres en el mapa de la economía de la cultura en Cuba
Una entrevista de Thais Gárciga

 

 

 

 

 

 

 

 

Más allá de las cifras. Cultura y economía en la balanza de Circuito Líquido

Por Naylen Tocabens Matos

 

¿Cuáles son los factores que limitan el desarrollo del sector cultural en el país? ¿Cuál es el ciclo económico de los bienes y servicios culturales? ¿En qué consiste la Economía de la Cultura, y qué relación tiene con las cuestiones anteriores? Quienes asistimos la semana pasada a la sede de la Editorial de la Mujer, tuvimos la oportunidad de acercarnos a las respuestas a dichas interrogantes a través del Ciclo de Conferencias sobre Economía de la Cultura, a cargo de las investigadoras Tania García Lorenzo y Beatriz Pérez Paz. El seminario, organizado por Circuito Líquido, contó con el apoyo de la Real Embajada de Noruega en La Habana, la Consejería Cultural de la Embajada de España en La Habana (AECID) y la Oficina de la UNESCO en La Habana. El programa completo puede consultarse aquí.

El seminario, previsto para sesionar de lunes a jueves, deslumbró a los presentes, al introducirnos en el ámbito de la economía desde la cultura y viceversa, a partir de alocuciones amenas y esclarecedoras sobre diversos aspectos como: el modelo económico en construcción, la estructura de las relaciones económicas, los actores sociales fundamentales y la particularidad mercantil de los bienes y servicios culturales. De esta manera, nos permitió, además, concientizar sobre la importancia de la economía para los procesos que hoy forman parte de las industrias creativas, un término en boga en los últimos años para ampliar el propio concepto de industrias culturales. En cada conferencia, se generaron interesantes debates en torno a problemáticas puntuales de la correlación entre economía y cultura para entender la complejidad del tema, y se expusieron asimismo razonamientos bien argumentados y ejemplificados por parte de las ponentes y asistentes.

El propósito del presente post, más allá de informar sobre los aspectos más significativos dentro del seminario, es reflexionar sobre un tema importante que saltó a la vista en las discusiones: ¿cuántos trabajadores de nuestro ámbito son conscientes de la importancia de la economía de la cultura en la sociedad? En mi humilde opinión, el profesional de la cultura debe estar en constante formación, como cualquier trabajador de otro sector, para poder estar en consonancia con los tiempos en que vivimos. L@s que asistimos a este seminario, reconocimos por experiencia propia y conocimiento empírico, la veracidad de los planteamientos realizados por las ponentes, pero nunca habíamos analizado dichas cuestiones desde el punto de vista que ofrece esta sub-disciplina. Al menos, ese es mi criterio como estudiante universitaria.

Hasta hace relativamente pocos años, la economía de la cultura era pensada desde los centros hegemónicos del poder, desde las potencias mundiales. Con el desarrollo de los Estudios Culturales y otros enfoques teóricos en América Latina, luego de los años 60, nuestra región ha sido partícipe de los debates conceptuales y ha protagonizado la vanguardia de ramas afines del pensamiento intelectual periférico, desde una perspectiva poscolonial e integracionista. Intercambios y seminarios como este toman como punto de partida las ideas e inquietudes que se generan en nuestros pueblos para discursar sobre los problemas que afectan a la sociedad latinoamericana.

No se puede perder de vista el rol innegable de la cultura en la estrategia de desarrollo regional y nacional para los nuevos tiempos que se avecinan. La economía de la cultura es imprescindible a la hora de emprender proyectos culturales y artísticos sostenibles, que partan de la comunidad y tengan a la misma como destino, pues permite conocer características como el PIB cultural y el potencial creativo de cada territorio en el cual inciden.

Tampoco debemos desconocer el papel indispensable del Estado en la implantación de una política pública que abarque la totalidad de actores y modelos emergentes dentro de la cultura, y favorezca el ciclo económico de sus actividades y procesos. De esta manera, se podrían incrementar las iniciativas de desarrollo local que se generen al interior de las propias comunidades, sin intervención de entidades ajenas a estas, y realizar acciones desde estos centros, que en definitiva, son las que más impactan en la vida cotidiana de la población.

El seminario cumplió ampliamente sus expectativas. Sobre el tapete, quedó planteada la polémica en torno a los conceptos y propuestas que se manejan dentro de la sub-disciplina, hoy todavía en construcción. Ahora el asunto radica en si somos capaces de aprovechar el nuevo escenario para poner en práctica lo aprendido.

Lo que se dice… sobre el Seminario

Las expectativas con las que vine creo que las sobrecumplí porque me llevo más tareas para pensar la casa y en el marco del proyecto en el que estoy. Mejores ponentes imposibles para este tema. Me ha gustado la dinámica (del seminario), no han sido solo conferencias sino que nos han permitido “meter la cuchareta” para compartir nuestras experiencias. No me voy siendo una teórica en Economía de la Cultura, sino con ciertos conocimientos para orientar. Es lo que yo buscaba en el mundo de la Comunicación Social para llevarlo a un espacio emergente (La Marca), de nuevo tipo, con una alegalidad rara, que económicamente se está enfrentando a todos los retos que conlleva cualquier negocio en Cuba hoy, con el añadido de estar un poco a la zaga.

Marta María Ramírez, Periodista. Community Manager de La Marca Estudio Galería de Arte Corporal

 

El formato (del seminario) y las conferencias están bien. Estoy familiarizado con el tema, no es la primera vez que lo escucho. Muy buena la selección de las profesoras, creo que son de las que más saben de este tema (en Cuba). Sugiero que incluyan más ejemplos prácticos de empresas, proyectos, iniciativas privadas, etc… que tengan un impacto actual en la economía de la cultura porque estamos necesitados de estudiar ejemplos positivos concretos.

Yunier Morales, Economista, Compositor

 

Ha sido muy útil y ampliamos nuestros conocimientos, principalmente porque en la carrera no se aborda con frecuencia este tema en el plan de estudio. También nos gustó la manera en que las profesoras impartieron las conferencias, pues nosotros no somos económic@s y pudimos entenderlas.

Monica, estudiante de Historia del Arte

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Tensiones, dudas y certidumbres en el mapa de la economía de la cultura.

Entrevista a Beatriz Pérez y Tania García, especialistas en los temas vinculados a la economía de la cultura.
Por Thais Gárciga

¿Eres artista, emprendedor(a) o gestor(a) cultural?

¿Sabes qué es la economía de la cultura y por qué es imprescindible distinguir cultura de producción cultural?
¿Cuándo la cultura se unió a la economía, o viceversa?
¿Cómo favorece el marco legislativo a los emprendimientos culturales?

Las investigadoras Tania García y Beatriz Pérez reflexionan acerca de las tensiones, dudas y certidumbres que circundan el mapa de la economía de la cultura. Este es un eje transversal que se va extendiendo al tiempo que se inserta en las discusiones entre actores y decisores económicos, sociales, políticos y culturales.

La pasada semana, la sede de la Editorial de la Mujer fue el espacio escogido por Circuito Líquido para aprender y cuestionar sobre ese enlace aparentemente dicotómico entre cultura y economía. Unas nupcias que arriban a medio siglo de estudio desde los de centros de investigación y educación superior en el mundo. Aunque es un terreno de indagación académica relativamente joven -las ciencias tienen sus propios parámetros de añejamiento, requieren décadas de asentamiento teórico y aceptación general por una parte mayoritaria o considerable de la comunidad científica- ya se avistan las primeras señales oficiales de reconocimiento en tierras criollas.

La investigadora Beatriz Pérez explica que “la economía de la cultura como sub-disciplina de la ciencia económica utiliza elementos de la teoría económica para el estudio del sector cultural y sus dinámicas de funcionamiento; en particular el análisis del ciclo económico  de los bienes y servicios culturales creación, producción, distribución y consumo. Y agrega que, no obstante la amplia variedad de tópicos y enfoques que existen en torno a estos temas,  son los estudios de impacto económico (contribución al PIB, el empleo, el comercio, etc…) asociados a las Industrias Culturales y Creativas, los que han tenido mayor visibilidad y por esta razón tiende a circunscribirse la economía de la cultura sólo a la comercialización y a las Industrias Creativas.”

“A partir de las investigaciones de algunos organismos internacionales como la UNCTAD, SELA, CEPAL, muchos países han empezado a hacer suyos estos conceptos y categorías (que advierte: “no son neutrales”), que se están promoviendo como nuevos paradigmas de desarrollo. Los países latinoamericanos también se han acogido al discurso de la Creatividad como Motor del Desarrollo, lo cual puede constatarse en la proliferación de políticas públicas orientadas a estimular y fomentar las industrias creativas nacionales.”

La economía de la cultura constituye un área de conocimiento relativamente joven en relación a la Economía como ciencia u otras Ciencias Sociales. En el caso de Cuba es una línea de investigación en ciernes con un terreno fértil para su desarrollo dado el poco tiempo transcurrido desde la publicación de los primeros artículos que abordan la temática[1], y la ausencia de esta en los planes de estudio de pregrado de Economía, Contabilidad, Historia del Arte, Comunicación, Periodismo y las facultades de la Universidad de las Artes (ISA). En cuanto a los posgrados, el Centro de Superación para la Cultura (CNSC) y el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC), ambos pertenecientes al Ministerio de Cultura (MINCULT), imparten cursos, talleres, conferencias, etc… desde hace pocos años en torno al tópico. Otras organizaciones -dígase Asociación Hermanos Saíz (AHS)- también coordinan conferencias y encuentros donde se debate o al menos se alude al tema de marras.

Pérez especifica que en nuestro contexto la economía de la cultura, como término, muestra hoy una mayor visibilidad, asociada al proceso de actualización y reformas del modelo económico cubano. “Pero en una acepción  bastante limitada e incluso errada en ocasiones, pues se asocia sólo a la sostenibilidad de los proyectos y actividades culturales, o a la posibilidad de que la cultura sea rentable mediante la generación de ingresos por la vía de la comercialización. Aquí hay varios errores de concepto que no suscribimos desde las investigaciones que hacemos en el Marinello.”

“¿Qué vamos a entender por sostenibilidad?”-continúa la especialista- “Ese es un concepto muy amplio que debe ser manejado de forma integral cuando se refiere a proyectos culturales. La sostenibilidad debe ser asumida en todas sus dimensiones: social, cultural, ambiental, económica, pero muchas veces se entiende sólo como sostenibilidad económica, sin sopesar las implicaciones que esto puede tener para la sostenibilidad cultural de los proyectos. Nosotros pretendemos ampliar ese espectro desde la investigación en economía de la cultura.”

“La economía de la cultura es un instrumental, una herramienta para entender los procesos económicos que necesariamente deben respaldar  los procesos culturales y creativos, sin que prime el enfoque economicista sobre la visión humana y la esencia cultural de esos proyectos”, agrega la investigadora.

Es válido reconocer la preocupación que por dicha temática se advierte en determinados espacios universitarios y culturales -como el ejemplo de la AHS- y en plataformas autogestionadas. Empero la atención hacia esta área del conocimiento así como el grado de información acerca de ella es insuficiente y alarmante. Su no abordaje y escasa presencia en las agendas del día, en cuanto a directrices políticas se refiere, ensanchan el vacío legal que permea este ámbito y propicia, por demás, desamparo a los nuevos proyectos -principalmente a los jóvenes artistas-, sea de naturaleza netamente estatal,  privada, o de ambas en conjunto.

Thais Gárciga Escalante (TGE): Cuando hablamos en términos de rentabilidad lo correcto es decir: “la producción cultural es (o no es) rentable, no así la cultura”.

Beatriz Pérez Paz (BPP): La Cultura no es ni será rentable, en este caso entendiendo la cultura como sistema de valores, en su acepción más amplia. La producción cultural y artística hace parte de la Cultura y no al revés, una parte de esa producción cultural puede ser rentable, es decir puede generar ingresos que superen sus costos, y por comercializarse no se mercantiliza ni se banaliza (aunque también puede pasar). Tampoco es rentable toda la producción cultural, por ejemplo, determinadas producciones artísticas son irrentables, sin embargo, deben seguir existiendo porque son importantes en tanto cultura, por eso el Estado las financia. La producción simbólica que emerge de un proyecto cultural comunitario es igualmente producción cultural, demanda determinados requerimientos materiales y económicos pero sus objetivos, sus propósitos, su razón de ser no es económica ni tiene por qué serlo.

¿Pudieran proponerse ser sostenibles? De alguna manera sí. Comparto la idea de que la sostenibilidad de un proyecto hay que pensarla en un sentido amplio, también desde las fuentes de financiamiento. En materia de sostenibilidad económica siempre pensamos en la venta de bienes y servicios como vía de financiamiento y en el otro extremo los presupuestos estatales. No todos los proyectos pueden generar ingresos sin perder su esencia, pensemos en un proyecto comunitario que imparte talleres a los niños del barrio, ¿cómo puede generar sostenibilidad económica? ¿Cobrando los talleres? Se perderían los principios de esa iniciativa, es el caso típico donde se pierde la naturaleza social y cultural de un proyecto en pos de la sostenibilidad económica. ¿Puede el Estado cubrir con presupuestos todas esas iniciativas y proyectos? No puede. La solución estaría, en mi apreciación, en buscar fuentes de financiamiento diversas con contribuciones que pueden ser materiales y/o financieras a partir de promover su trabajo y la importancia que tiene para la comunidad.

Otro elemento crucial –que en ocasiones se diluye dentro de los discursos- es el rol insustituible del Estado en esos procesos, desde las políticas públicas se puede hacer mucho. El hecho de que determinadas producciones y proyectos logren un nivel determinado de sostenibilidad, no se traduce en que desde la economía de la cultura estamos abogando porque el Estado se separe de estos procesos sino todo lo contrario. El desarrollo y la promoción de la cultura son en primera instancia una responsabilidad estatal, al menos en una sociedad como la nuestra.

(TGE): ¿Cómo preservar el equilibrio de la tríada socio-cultural-económica que condiciona a los proyectos de esta naturaleza?

BPP: “Preservar el equilibrio pasa, en mi apreciación, por establecer como principio que la generación de valor económico (ingresos) de nuestras producciones artístico-culturales es un escenario deseable pero no puede ser un propósito a toda costa y a todo costo. Debemos estimular el desarrollo de proyectos, iniciativas y emprendimientos que pueden desde la producción cultural generar beneficios culturales y económicos, y proteger aquellos que siendo importantes en términos culturales no producen beneficios económicos.”

Pienso que en esto último hay consenso y claridad. Por ejemplo, recuerdo que me asusté cuando supe que como parte de la implementación de los lineamientos[2] las editoriales iban a pasar a funcionar como empresas. Todo el mundo sabe que la producción de libros en Cuba es subsidiada, y que los precios (aunque altos en relación con los salarios) no reflejan los costos reales. Bajo la lógica estricta de una empresa si no eres rentable, quiebras, ¿qué iba a pasar con nuestra producción editorial?, ¿qué se iba a producir, y los precios? Después supe que no era exactamente de ese modo, las editoriales sólo tienen que sufragar una parte de sus costos de producción, la otra la pone el Estado. Esa es una decisión de política, de política cultural. Hay expresiones de la cultura que el Estado tendrá que seguir solventado para garantizar su existencia, como parte de su encargo social.

La producción artística cubana es de altísimo valor, reconocido internacionalmente. Muchas de las manifestaciones a las que se puede acceder tienen un precio irrisorio comparado con el costo que tienen en el extranjero y con el valor cultural de la propuesta artística. Eso también es una decisión de política cultural, que favorece el acceso de la población a esos bienes y servicios culturales.

El proceso de actualización está generando muchas expectativas como contexto propicio al diálogo y al cambio. Por supuesto, todo nuevo modelo implica oportunidades, limitaciones y amenazas. De lo que se trata es de aprovechar esas oportunidades, maximizar lo positivo del nuevo modelo y minimizar los obstáculos. Esto supone un reto al diseño de políticas culturales y de políticas económicas para la cultura, que deben también reformularse para favorecer y estimular el desarrollo de iniciativas y emprendimientos que articulen valores culturales y valores económicos: normando, regulando, más que prohibiendo. Diferentes instrumentos de política fiscal y tributaria pueden también contribuir en este empeño, incentivando determinadas prácticas y desestimulando otras que se consideren contrarias a los objetivos de política.

 (TGR): ¿Por qué afirma que existe un consenso en cuanto a que el Decreto-Ley sobre las Cooperativas no Agropecuarias parece no ser el instrumento adecuado para fomentar y estimular emprendimientos?

Desde el mismo nombre puedes deducir intuitivamente que ese decreto-ley no se va a ajustar a la producción cultural que tiene una naturaleza muy peculiar. Cuando lo revisas te das cuenta que, efectivamente, no es idóneo para el establecimiento de “cooperativas culturales”, al menos no las favorece. Ahora es preciso distinguir, que ese decreto-ley, que es el que tenemos, no sea el ideal no significa que determinadas actividades, proyectos o emprendimientos artístico- culturales no pueden funcionar bajo una forma de gestión cooperativa.

Sobre este tema persisten aún reticencias y limitaciones. En algunas instancias se argumentaba que la existencia de jerarquías artísticas al interior de los grupos y proyectos impedía su constitución como cooperativas. Hasta donde conozco para poder constituir una cooperativa tienes que ejercer alguna actividad de las aprobadas para trabajo por cuenta propia (con lo cual quedan fuera una buena parte de los artistas y creadores, que no son cuentapropistas). Entre las limitaciones, los engorrosos trámites y procedimientos adoptados para obtener la aprobación, han sido objeto de múltiples críticas. En todo caso el MINCULT en tanto organismo rector de las políticas y estrategias del sector, no se ha mostrado interesado en fomentar iniciativas con formas cooperadas de gestión. No existe información pública respecto a proyectos artístico-culturales presentados para su aprobación como cooperativas y si alguno de ellos ha sido aprobado o está en vías de serlo.

La experiencia más cercana que tuve fue con las productoras audiovisuales independientes y fue muy interesante, los cineastas de mutuo acuerdo con el ICAIC hicieron un análisis exhaustivo del decreto para determinar si las productoras podían funcionar bajo esta forma jurídica, y concluyeron que era posible  siempre  que se establecieran un conjunto de regulaciones adicionales teniendo en cuenta la naturaleza cultural de la actividad en cuestión.

En sentido general considero que debería existir una regulación diferente, específica para las cooperativas culturales que las favorezca y que contemple sus particularidades, la naturaleza de la producción cultural y sus propósitos fundamentales. Tampoco tiene que ser el único modelo de gestión existente, las Iniciativas Municipales de Desarrollo Local son otro modelo de gestión en boga, tampoco debe ser el único. Creo que deben y pueden coexistir en armonía diferentes modelos de gestión en el sector cultural.”

(TGE): A fines de febrero pasado, el Consejo de Ministros se reunió para analizar temas relacionados con las reformas y actualización del modelo económico y social cubano. Una de los acuerdos aprobados en la junta ministerial fue la “política sobre la asignación directa de recursos financieros a escritores y artistas para el desarrollo de proyectos culturales”. En el resumen de esa sesión, publicado en el periódico Granma y reproducido por el sitio digital Cubadebate, los párrafos que hacen mención a dicha política son muy generales y no explicitan cómo se procederá al respecto.

Preguntamos a la doctora en Ciencias Económicas, Tania García, su opinión acerca de esta nueva política, y qué criterios no se podrían pasar por alto cuando se iniciara su aplicación.

Tania García Lorenzo (TGL): Cualquier financiamiento que se otorgue para que sea manejado por el artista o gestor cultural  y además responda completamente al objeto de los proyectos, es un beneficio para la creación artístico-cultural. La asignación directa de los recursos a los proyectos y la libertad de operar con ellos, favorece la organización del proceso de producción y estimula su mayor rigurosidad. El gestor (artista, creador, promotor, actor social) conoce mejor los requerimientos materiales y económicos de su proyecto y teniendo autonomía para disponer de los recursos puede agenciarse los insumos necesarios y asegurar que estos tengan la calidad requerida, etc… Como declaración de intenciones considero que es una acción positiva, que va a favorecer la eficiencia y eficacia en el gasto y el uso de los recursos.

¿Cuáles serían las modalidades mediante las cuales se asignen esos recursos? Puede ser vía concurso u oposición. Algunos de los criterios que se tomarán en cuenta como base del proceso de asignación se enuncian también en la publicación oficial: objetivos del proyecto, calidad, trayectoria del creador o artista, propósitos en pro del desarrollo de la cultura; en la práctica podrían también incluirse otros.

Ahora, queda por definir y ese es un proceso en curso, ¿cuál será la metodología del proceso? ¿Cuáles serán los mecanismos de implementación? Es una cuestión crucial, de la que depende en última instancia, que la medida tenga o no un impacto significativo en el desarrollo de los proyectos, iniciativas y emprendimientos. En este sentido no existe aún información disponible, el trabajo que se publicó en el periódico Granma es muy general, y no aborda los mecanismos de aplicación práctica de la decisión de política. Tenemos que esperar a que se establezcan y se hagan públicos los procedimientos.

(TGE): ¿En el caso de los jóvenes artistas que no tienen una trayectoria conocida o consolidada?

TGL: Eso es parte de la política cultural que debe respaldar entonces ese mecanismo cuando se defina y se lleve a la práctica. La política cultural puede contemplar determinadas direcciones en la asignación de recursos, pueden ser la experimentación, un movimiento juvenil, creadoras mujeres con menos oportunidades, un balance a favor de manifestaciones artísticas con menos oportunidades para su realización. Aquí entra otro aspecto que no es el procedimiento de la instrumentación, sino la política cultural que será aplicada a través de ese mecanismo.

Por lo tanto, tendremos que esperar para saber cuál es la política cultural que se va a cristalizar y va a utilizar ese mecanismo para el desarrollo cultural en sectores propiamente de este ámbito, en manifestaciones artísticas, en territorios, donde se tengan en cuenta las tensiones territorial-nacional, creaciones artísticas diversas, proyectos socioculturales.

(TGE): Si yo quisiera crear ahora mi propio proyecto cultural, ¿qué debo solicitar primero: asesoría jurídica o económica?

TGL: Las dos, necesitas ambas.

(TGE): ¿Dónde las busco?

TGL: Hay trabajadores por cuenta propia que están trabajando esos temas. Es un proceso en construcción, y un proceso legítimo para el cual ya se están preparando. Existen cursos como los del Centro (CIERIC) para impulsos de proyectos, experiencias de otra naturaleza que resulten provechosas en cuanto a intercambios, laboratorios de prácticas culturales sostenibles.

En cuanto a la asesoría jurídica creo que tendrán que formarse grupos especializados, similar a los tenedores de libros, contables que ya laboran con trabajadores por cuenta propia y les llevan los registros de sus cuentas. Estas experiencias ahora mismo están funcionando con Emprendedores y Organizaciones No Gubernamentales (ONG).

Creo que deberían constituirse cooperativas de servicios profesionales de alto valor agregado: de abogados, contadores, tenedores de libros que ofrezcan consultoría y asesoramiento a los emprendedores incluso desde el diseño de sus proyectos, de esta manera podría disminuir el índice de mortalidad de las iniciativas y proyectos, sería muy conveniente pues aún persiste una incultura económica y jurídica que entorpece el desarrollo de estas iniciativas.

 

[1] En una búsqueda web apresurada por sitios digitales cubanos, la autora halló que los artículos de mayor data sobe esta temática remiten al año 2007 y se detectaron en las publicaciones Temas y la revista digital Perfiles del ICIC.

[2] Los lineamientos son las pautas discutidas y aprobadas por las que se regirá el proceso de actualización del modelo económico y social cubano.

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