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Notas al dorso del espejo (II)

Notas al dorso del espejo (II)
La vejez como tema u objeto (inconciliable) de la representación

Por Grethel Morell

Retomando las anulaciones, en el escenario visual de estos tiempos irrumpen imágenes abundantes de ancianos(as) carentes. No caeré yo en el fugaz análisis sociológico que implica asomarse a la presencia, creciente, de lo menesteroso. Lo cedo a otros analistas. Cierto es que existe un aumento de sus interpretaciones. Los llamados buzos, homeless, los infortunados, los desmemoriados, las personas con discapacidades propias de la edad avanzada, la falta de cuidado y la extrema precariedad de las condiciones de vida, han vuelto a la recurrencia iconográfica que sobre el testimonio humano hoy se erige. No es algo limitado al contexto fotográfico local, solo es una muestra que se filtra silenciosa a los dominios de los estereotipos y el lugar común.

Desde cierto ángulo es comprensible. Vivimos en una sociedad envejecida y en balance progresivo, según los reportes estadísticos y la confrontación con la realidad. Hay cada vez más ancianos(as) en Cuba, en las calles, en los núcleos familiares y en soledad. “El envejecimiento demográfico es un fenómeno en sí mismo, pero a la vez es la resultante de otros procesos sociales; viene a ser la respuesta que la población da, desde el punto de vista demográfico, a sus condiciones objetivas y subjetivas de vida, y a sus expectativas futuras.”[1]

Para este país cuenta como una situación preocupante, de atención inmediata. En la actualidad, el envejecimiento poblacional de Cuba está entre los más elevados, ¨acelerados¨, de su historia.  Según datos oficiales, en 1953 los adultos mayores  representaban el 6,9 % de la población total. Se presume que para el 2025 uno de cada cuatro cubanos tendrá más de 60 años.[2] Con el porcentaje de esperanza de vida femenina superior a la masculina, pero con menor calidad de vida. Al parecer, es un asunto que se desliza también al terreno de los estudios de género, pues son (somos) ellas (nosotras) las que sostenemos el mayor peso del paso de los años.

El sometimiento a los estándares de belleza no es la única presión tácita que enfrentamos en la visualización femenina. Patrones altamente calculados por la cultura del empaque. Cargamos con otros, también enraizados, que se incorporan e incrementan con la vejez. Las responsabilidades excesivas, el ser cuidadoras eternas (primero de hijos, luego de padres, en ocasiones de esposos), los padecimientos psíquico- físicos comunes (y de mayor incidencia) al género (desgaste óseo, demencia senil, por ejemplo) son algunas de estas “naturales” imposiciones. Una pieza como Glorias de un futuro olvidado (videoinstalación, 12.40 minutos, 2016) de Adrian Melis logra de excelente modo exponer las condicionantes concretas de las ancianas solas y en quebranto de la memoria, en una sociedad que proclama  asistirlas.

Desde otro punto apreciativo, la mirada sobre el cuerpo desnudo o semidesnudo forma parte del asunto. Aparece de dos maneras básicas: la exaltación de lo asumido como habitual, bajo flexibles (alentadores) parámetros estéticos y la apología a lo decadente, con la pretensión de establecer discursos de lo absoluto. En el primero se busca destacar lo hermoso posible, ya sea por el cuidado en la composición, el apoyo formal en las capacidades técnicas de la manifestación (luces y sombras, juegos de color, principalmente) o por el enunciado conseguido/ enaltecido en el conjunto factura/concepto. En la segunda, se dinamita todo aquello que lleve al pensamiento inmediato de lo asumido como hermoso, cómodamente aceptable en la concepción social del objeto/ sujeto a fotografiar. Como si subrayara la idea del cuerpo de la vejez como territorio de conflictos más que íntimos o personales, cual campo de deliberaciones culturales, históricas, sociales. Con el cuerpo anciano de mujer en vertical desventaja.

Consuelo Castañeda, Una historia en 70 páginas, 1988. Imagen cortesía de Grethel Morell

En cualquier de los caminos escogidos para discursar, es válido creer en la intención de homenaje, con cierta promesa de reivindicación. La obra de Consuelo Castañeda Una historia en 70 páginas (1988) retrata a su mamá fragmentada en su desnudes a los 70 años y la expone en 70 impresiones. Es este un acto de ofrecimiento, de respeto al argumento, un giro a la visualidad ortodoxa manejada con exceso en la tradición artística occidental. Con un poco de mayor énfasis en la escena de la fotografía cubana hasta entonces.

Hay artistas que no lo han trabajo como serie o ensayo fotográfico, cual arista de un obrar monotemático sostenido. La presencia de la vejez ha estado implícita, asomada más bien como nota de ocasión o en obras puntuales abrigadas por otros proyectos. La fotógrafa Leysis Quesada en su ensayo Devoción (2009-2011) acoge imágenes de ancianas(os) en diferentes asilos de la ciudad, que son atendidos por monjas, algunas de las cuales también son personas de edad avanzada. Igual en su trabajo sobre el pueblo natal y en las escenas de vida urbana posee amplia retratística de la ancianidad.

Lidzie Alvisa, Juego, 2004-2006. Impresión digital, alfileres, cartón y acrílico.

Entre las piezas memorables de tono autorreferencial de la creadora Lidzie Alviza está el díptico Juego (2004), donde aparece la mano de su mamá llena de alfileres como recipiente de un accionar simbólico que comienza desde la infancia. Una mano joven, con rezagos de estos mismos alfileres, parece ofrecerle antes todo “el peso de la vida”.

En ciertas fotografías que Yanahara Mauri dedica a su abuela, se hurga en la belleza y el respeto por la vanidad propia de las damas mayores. Por un lado expone el conflicto de la pérdida de naturalezas asociadas a la feminidad y los desajustes físicos inculpados a una medicación específica para la anciana (la caída del cabello y la salida de éste en otras zonas como la barbilla), que le imponen un pesar andrógino. Por otro, parece elevar lo bello y florido, como en las imágenes Evocaciones (2012) y Señora de espalda (2014).

En general y siguiendo la franqueza (rareza) de impulsar crecimiento, las fotógrafas(os), creadoras(es) de imaginarios actuales que detienen su lente en los cuerpos envejecidos podrían expandirse a otras apreciaciones. Perecen detenerse más en lo retrocedido que en la ventura de lo que sobrevive, matizado por una ligereza de compromiso que alerta. Sugiero saltar el cerco del dolor y la nostalgia, arriesgar más en los niveles del enunciando. Jerarquizar desde la utilidad que postula lo visual. Como en aquella imagen de Jeff Wall (The giant, 1992), donde una colosal mujer de avanzada edad desnuda parece aleccionar, ante la inmensidad del saber, a los lectores indiferentes desde el descanso principal de una escalera de biblioteca.

Jeff Wall, The giant, 1992

 

[1] Chávez Negrín, Ernesto. “El envejecimiento demográfico en Cuba. Su significación estratégica”¨. TEMAS, no.89-90, enero-junio de 2017, p.108.

[2] Datos oficiales referidos por el investigador Ernesto Chávez, extraídos de la Oficina Nacional de Estadísticas, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información y el Centro de Estudios de Población y Desarrollo. Ídem,pp.104-105, 2017.

 

Este post expresa el punto de vista de su autora.
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Notas al dorso del espejo (I)

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Notas al dorso del espejo (I)

Notas al dorso del espejo (I)
La vejez como tema u objeto (inconciliable) de la representación

Por Grethel Morell

 

Para cada individuo la vejez comporta una degradación que él teme.

Simone de Beauvoir

Leysis Quesada, Sor Sara, 2009.

Para modelar el curso de la ancianidad en la creación fotográfica cubana contemporánea es de fecundo carácter transitar a giros el imaginario. Recorrido para marcar en lo favorable de un asunto muchas veces dejado al margen, aislado detrás de la página.

Es este un acercamiento que no se limita al repaso del retrato o el testimonio del envejecimiento. La mera existencia de rostros de ancianos(as) en la esfera representacional de un(a) artista, no lo convierte necesariamente en zona temática de su trabajo. Profuso documentalismo persiste donde afloran estos modelos de retratos, lo cual no transforma de inmediato el supuesto autoral en camino autónomo de la expresión. Algo que va más allá de ser asumido como línea principal o “apunte” ocasional de una serie o discurso artístico.

Cuando el observador de la imagen, construida o espontánea, simulada o atrapada en la fidelidad a lo real, se centra en la vejez, en el deterioro análogo a la senectud, el apocamiento físico de las personas, con el basamento de un concepto clarificado en sus estrategias, entonces es que la obra forma parte de este círculo de representación temática.

Varios lenguajes emergen cuando se trata de ofrecer órdenes al tema: el retrato absoluto, bajo permisibilidad o no del sujeto, con mirada directa o gesto espontáneo ante la cámara; el desnudo (femenino y controversial); el fotodocumentalismo o la imagen capturada en la calle, entre acciones y circunstancias cotidianas. Dentro de ellos, predominan enfoques a un sector de lateralidad social, donde se encuentran ancianos(as) que viven al límite, personas de vida errante, de completa carestía; miradas agudas al declive físico, mental, moral y a la soledad, tópico reinante.

Se ausenta discreta de la escena fotográfica general, entre maniobras de lenguaje y concepto, la elegancia de lo sugerido, cierta dosis de hidalguía, briznas de lirismo, en gran parte de las propuestas. Retratos de sutil tono y fuerza enunciativa, como aquella serie Veteranos (1969, también conocida como Centenarios) de Iván Cañas sobre los últimos ancianos sobrevivientes de la gesta anticolonialista finisecular, fotografiados en sosegada pose ante el palacete que les brindaba asilo.

Raul Cañibano, de la serie Ocaso, 2012.

Arien Chang, Candelaria 100 años, de la serie Longevidad, 2009 – en progreso.

Entre las series más completas e implicadas en la fotografía contemporánea, se anotan Ocaso (comenzada en el 2012, aún en proceso) de Raúl Cañibano y Longevidad (2009 – en proceso) de Arien Chang. En la primera, este creador ya legendario registra con hondura ambientes determinados por protagonistas absortos en su condición, inmersos en sus estados: ancianidad y proximidad a la muerte. Una mirada que procura centrarse en lo positivo, según advierte el propio autor, a pesar de ingentes limitantes sociodemográficas.

Raul Cañibano, de la serie Ocaso, 2012.

Con la exquisitez acostumbrada de la composición, donde el trato consentido del objetivo con los diferentes planos de lecturas es un sello autoral, este fotógrafo atraviesa la vejez como una derivación de fundados argumentos. Un país envejecido y su falta de eficaces estructuras para sumirlo, actúa como impulso para esta serie, que articula su historia desde la experiencia personal hasta la observación implicada del visitante. Retratos a la vida cotidiana de su madre, quien sufre los desgastes propios de la pérdida de memoria y la salud, la interacción con los asilos (hogares de ancianos, aún insuficientes) e imágenes tomadas a familias y personas de paso en contextos rurales y urbanos a través de gran parte de Cuba, integran el corpus estético de Ocaso.

Raul Cañibano, de la serie Ocaso, 2012 – en progreso.

Raul Cañibano, de la serie Ocaso, 2012 – en progreso.

Por su parte, la propuesta de Chang se centra en la fotografía directa de ancianas(os) que han logrado sobrepasar los 100 años de vida. Personas que el autor ha buscado retratar en sus espacios íntimos, en ambientes de introspectiva afinidad, en lugares privados y en exteriores. Al avanzar la serie, la narrativa se ha movido hacia lo subjetivo, capturando pertenencias u objetos alegóricos a los centenarios.

Longevidad parte del premio de la Beca de Creación otorgada por la Fototeca de Cuba en su primera edición (2009), con la propuesta en película blanco y negro de 35 mm, que más tarde se ensancha con la imagen digital a color, por exigencias técnicas en primera instancia y luego por necesidades de estilo (imperiosas lecturas del color en las escenas). La idea inicial era longevos encontrados en toda la Isla, al crecer implica a personajes del mundo. Un proceso enriquecido por el trabajo de campo:

Cuando empecé a investigar no tenía idea clara de lo que encontraría, me llamó la atención la cantidad de personas mayores de 100 años en Cuba, cerca de 1500, algo paradójico en un país del tercer mundo. Con mayor cantidad en las zonas rurales y sobre todo mujeres.

Arien Chang. Conversación con el autor

Al mismo tiempo, en la mordaz serie Divas (2014 – en proceso) Chang otorga suficiente atención a mujeres de edad avanzada, que desde la divergencia de la “belleza”¨, el revertimiento de aquellos patrones estéticos esperados, dialogan con el entorno muchas veces cáustico, determinante, opresivo en la manera de solucionar vestuarios, maquillajes, proyección exterior, peregrinaje sombrío y colorido a la vez. Algo que va más allá de cómo verse a sí mismas en las calles de la ciudad o en el recogimiento de los espacios habitacionales. Mujeres desprovistas de artificios (y de clásicos atributos de divinas) surcando una realidad social que parece no incomodarse con las figuras “extrañas” que alberga.

 

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En la segunda parte de este texto podrás conocer las fotógrafas cubanas que han trabajado el tema del envejecimiento.

Fotorreporteras cubanas. Aves en el puerto + recorrido fotográfico

¿Qué posición ocupaban las fotorreporteras en la prensa cubana del siglo XIX e inicios del XX?

Testimonios como el de la editora cubana Minerva Salado y Joana Biarnés, primera fotoperiodista española, evidencian el sexismo en un nicho históricamente masculinizado.

¿Te gustaría conocer todos los detalles y disfrutar de un recorrido fotográfico?

Lee ahora el texto de Grethel

Fotorreporteras cubanas. Aves en el puerto

Por Grethel Morell

 

 

Niurka Barroso, Post Huracán

No gusto de afirmar posturas solo a partir de categorizaciones con principios absolutos, como lo son las estadísticas, más cuando se habla de mujeres, su lugar social y trabajo. Suele esto convertirse en dulce trampa o recurso socorrido para afianzar discursos oportunos. Prefiero los análisis transversales, contrastados, respaldados más que por frías (y a veces, duras) cifras, por historias de vida y el hondo examen de las causas. Aunque en este caso, el valor cuantitativo se impone: las mujeres que ejercen o han ejercido la profesión de fotorreporteras, reporteras gráficas, fotoperiodistas o fotógrafas para agencias de noticias, son minoría. Legendaria minoría.

Jessie Tarbox Beals con su cámara. Tomada del sitio www.clasesdeperiodismo.com

La inglesa Christina Broom entre las primeras fotógrafas de prensa. Documentó el sufragio femenino entre 1908-1914

Múltiples emergen las razones para tal desventaja. No me detendré en revisionismos, solo en mencionar las más extendidas: la falta de oportunidades, la ausencia de visión de quien contrata el trabajo profesional en agencias o editoriales, movidas ambas por la histórica razón del predominio masculino en un oficio señoreado por ellos desde su invención. En los inicios -y bien avanzado el siglo XIX- también contaba la desigualdad social de las mujeres, sobre todo al emprender labores no domésticas. Las particularidades de los primeros cuartos oscuros y técnicas ambulantes, que obligaban al fotógrafo de exteriores a marchar con sus placas para ser reveladas al momento (hasta la feliz aparición de las placas secas), inclinaron también la práctica hacia manos masculinas.

La inglesa Christina Broom entre las primeras fotógrafas de prensa. Documentó el sufragio femenino en Londres entre 1908-1914. Tomada del sitio www.mujeresviajeras.com

Los prejuicios, la maternidad, el conservadurismo (incluso de muchas mujeres), han sido motivos de retraso para el desempeño pleno del oficio. Durante las primeras etapas del siglo XX, hasta los sucesos de la Segunda Guerra Mundial, las fotorreporteras no sobrepasaban de contados ejemplos. La fotografía ya punteaba en su función documental, las escenas de calle y el registro de eventos se convertían en ejercicio cotidiano impulsado por la prensa y la clase dominante. Los aparatos se perfilaron, aligeraron (Kodak, Pentax y Leica, fueron determinantes) y la mujer avanzaba en la instauración de sus derechos civiles. Sin embargo, las escaladas femeninas con las cámaras y la captura de la realidad inmediata, priorizando al sujeto en su constructo colectivo y cultural, fueron más lentas.

Margaret Bourke-White. Tomada del sitio www.nevillescu.wordpress.com

Faldas a la prensa

El fotorreportaje o la imagen con perfil noticioso, viene de las postrimerías del XIX cuando el fotograbado desplaza el privilegio de la ilustración en las publicaciones seriadas. Aunque no es hasta bien entrado el XX que las mujeres, de modo paulatino, conquistan el terreno. Del Viejo Continente se reconoce a la inglesa Christina Broom entre las primeras fotógrafas de prensa. Documentó el sufragio femenino entre 1908-1914. También a la alemana Ilse Bing, fotoperiodista que declina ser parte del staff de la revista Life en los años 30.

Joana Biarnés entre colegas. Tomada del sitio www.rtve.es

Por España se estima a Joana Biarnés como la primera fotoperiodista, durante los años 50-60, quien comenzó con el reportaje de deportes y a enfrentar reparos por la condición de género:

“(…) el público me echó una bronca tremenda la primera vez que me vio en un campo de fútbol haciendo fotos. (…) Iba muy femenina. Con mi falda. Fue sentarme con mi cámara tras una portería con los fotógrafos y la gente empezó a gritarme: «¡Vete a casa a fregar platos!». «¡Guarra! ¡Puta!». «¡Te vamos a arreglar el cuerpo a la salida!». Cosas así… Atronadoramente. Era muy fuerte. 40.000 personas al unísono insultándome. Yo ya estaba por levantarme y marcharme. Pero aguanté. El árbitro se me acercó: «¿Qué hace usted aquí?». Le enseñé mi acreditación. Me dijo que allí no podía estar, que eso era para hombres. Le dije que se tenían que ir acostumbrando porque detrás de mí vendrían otras muchas. Al final, tuvo que salir el delegado del campo, quien me dio la razón. Me quedé. Hice mis fotos.”[1]

Margaret Bourke-White. Tomada del sitio www.geamapipa.blogspot.com

Despunta en América del Norte la canadiense, radicada en Nueva York, Jessie Tarbox Beals, nombrada la primera fotógrafa de prensa, entre 1902-1904; la “maestra del reportaje gráfico” Margaret Bourke-White, neoyorkina que trabaja para Life desde 1935; la fotoperiodista y activista también neoyorkina MarjoryCollins durante los años 60-80, fundadora de la publicación feminista independiente Prime Time.

Por Latinoamérica, aunque desde 1871 se incorporan de modo oficial las mujeres fotógrafas en México, es a partir de 1910 que se aprecia un aumento del oficio con preferencia a la imagen testimonial: las tomas de los hechos revolucionarios y las escenas de vida urbana. Por el sur se asienta Claudia Andujar, fotoperiodista proveniente de Suiza, radicada en Sao Pablo, Brasil, desde 1955. Además de realizar fotografía etnográfica, colabora como free lance en 1964 para revistas de alta demanda como Time, Life, Look y Esquire.

…como el puerto de La Habana

En Cuba, las primeras mujeres distinguidas por llevar imágenes a la prensa y ser publicadas con sus créditos, fueron la Sra. de Castro, viuda del también fotógrafo Gregorio Casañas y la Viuda de Rom. Ambas desarrollaron su labor en Sagua la Grande, provincia de Villa Clara, y colaboraron con el afamado semanario El Fígaro (fundado en 1885, con sede en La Habana). Entre 1904-1909 es posible encontrar fotografías suyas referidas en dichas páginas, básicamente retratos, paisajes, reportajes de edificaciones, de sucesos naturales y crónicas sociales. Desde 1900 la Viuda de Rom se anunciaba en el directorio comercial de la Isla de Cuba y la Sra. de Castro firmaba hacia 1908 como Viuda de Casañas.

Rafael Santa Coloma, ilustre reportero, “haciendo la información gráfica de un ras de mar para El Fígaro”

 

Aunque llevan créditos las imágenes que las fotógrafas realizaban para El Fígaro, no se publican fotos de ellas ejerciendo el oficio. En 1909, en un artículo dedicado a “Los soldados de la instantánea” en la prensa cubana, ni se mencionan las reporteras gráficas, ni se muestran con sus cámaras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante los años de la República -periodo aún por investigar a profundidad y no solo desde la fotografía entendida como expresión estética del control de los encuadres, las luces y las sombras- ejemplos pudiéramos hallar en el sinnúmero de publicaciones periódicas que circulaban. Pero también se adolece del asunto. La revista Bohemia (fundada en 1908), que recorre todo el siglo, no concedió espacio de preferencia a las mujeres en su nómina de fotógrafos oficiales o colaboradores en su etapa neocolonial. Deuda saldada desde finales del XX e inicios del XXI (amén de los cambios de estructura, diseño y legitimación), incluso con imágenes de portada, como las de Martha Vecino y el trabajo sostenido de Anaray Lorenzo.

Con el año 1959 se expandieron nuevos usos para la imagen, aún más orientada al valor propagandístico y de información inmediata. No obstante, no se suman fotógrafas a la consabida lista y expresión de la “épica revolucionaria”. ¿No había mujeres en las calles documentando la explosión popular, las marchas conmemorativas, los líderes, los actos políticos? ¿No había fotógrafas en Playa Girón?

Tampoco estuvieron visibles en la insigne revista Cuba (INRA en 1959, Cuba Internacional a partir de 1971), publicación vanguardista en gráfica y periodismo… pero sin fotorreporteras en su staff. Al parecer, para los decisores las chicas no estaban tras el visor. Simplemente no se pensaba en ellas para encargarles cierto testimonio de la realidad. La editora Minerva Salado (presente en la revista entre 1971-1982) explica en entrevista sobre la presencia de las mujeres en el rotativo:

“(…) en mi época, la década del setenta, la única reportera [redactora] fue Olga Fernández (…) Después de 1975 llegó María Elena Llana, escritora, traída por Jacques Brouté como subdirectora, ya como parte de la intervención solapada de Prensa Latina, pero una mujer inteligente y creativa. Fotógrafas, ninguna, ni como colaboradoras que yo recuerde. No creo que tampoco en la década anterior desde su fundación hasta el 70.

Puede que Rosa Ileana Boudet haya colaborado con frecuencia en esa época, era la esposa entonces de Rine Leal y al menos publicó algunos trabajos. Fuera del staff creativo sí tuvimos presencia de un par de mujeres que nos apoyaban en todo: Antonia (Tota) Sánchez y Caritina Chacón principalmente, pero también después Nora Maciá, que hasta publicó un libro de cuentos producto de la atmósfera creativa que había allí. Pero la revista Cuba fue un ámbito masculino (casi como el puerto de La Habana), de un machismo noble (si es que cabe el término)…”[2]

Anaray Lorenzo fotografiando estragos de Tornado en La Habana. Imagen cortesía de la fotógrafa

En entrevista personal, Ernesto Fernández y Luc Chessex, activos fotógrafos y con responsabilidades directivas en algunas etapas de Cuba, también corroboran la carencia de fotorreporteras en la época. Fernández, quien fuera Jefe de Información entre 1975-1981, menciona el trabajo de Sonia Pérez como laboratorista y el de Sonia Zalacaín como colaboradora. Esta última fotógrafa del momento, se considera “realizó el primer anuncio a color, para la revista Cubatabaco, a finales de los 70” [3]

Está la inmensa obra de María Eugenia Haya, Marucha, desde los 70, las fotógrafas que trabajaron para el universo editorial  cubano en los 80, como Mayra A. Martínez en la revista Revolución y Cultura, las fotorreporteras de las agencias de noticias, como Yamila Lomba en Prensa Latina en los 90, el trabajo como free lance de Lissette Solórzano a finales de esa década y la estancia de Niurka Barroso en la corresponsalía habanera de France Press.

En la actualidad, sin dudas hay mayor representación femenina, más ejemplos de trabajos fotográficos sostenidos por mujeres, en la prensa digital (Ladyrene Pérez, en Cubadebate), en las editoriales (Maité Fernández, Artecubano Ediciones y el paso de Amaya Espinosa por la Editorial de la Mujer), en las agencias de noticias (Omara García, Agencia Cubana de Noticias ACN), en la prensa deportiva (Mónica Ramírez, Jit, del INDER) y en los diarios oficiales (Laura Borges, Juventud Rebelde). Aunque todavía insuficiente.

Maité Fernández. Imagen cortesía de la fotógrafa.

Quiero creer en la anulación de los pretextos en los días que corren. No debe existir razón para segmentaciones de género. Las fotógrafas, en general, deben imponer su condición por calidad del trabajo y talento. Constancia y resultados.Si aún están en minoría, queda una ingente labor por delante.

[1] Simón, Pedro. Joana Biarnés, la primera fotoperiodista española: “Por ser mujer fotógrafa me llamaban puta”. La entrevista final. El País. Digital, consultado el 4 de diciembre de 2017.

[2] Minerva Salado. Entrevista por correo electrónico. 20-24 de julio de 2017.

[3] Ernesto Fernández. Entrevista personal.18 de enero de 2018. La Habana.

 

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Oficio de confianza. La primera fotógrafa en Cuba

¿Quién fue la primera fotógrafa en Cuba y en qué zona estuvo ubicado su laboratorio y establecimiento fotográfico?

Te adelanto que fue la primera no solo en ejercer la técnica y el arte de la impresión, sino por haber sido mostrada a la opinión pública.

Descubre + en esta nueva entrega de Fotografía Líquida 🙂

Oficio de confianza. La primera fotógrafa en Cuba

Por Grethel Morell

Encarnación Irástegui retratando. Ilustración de Jorge Oller

 

 

 

La primera fotógrafa en Cuba, conocida hasta hoy, no era cubana. La mujer que por primera ocasión tomó el oficio en sus manos y fue anunciada en la prensa como retratista al daguerrotipo en La Habana, era española. Esposa y asistenta de un fotógrafo o daguerrotipista en los tempranos años 50, que proveniente de la vieja Europa asentó estudio en la entonces afamada y próspera vía comercial de O´Reilly.

 

O´Reilly no. 60 (hoy 529), lugar donde estuvo el laboratorio y establecimiento fotográfico de la familia Arias y el primer estudio de fotógrafa en Cuba: la daguerrotipista Encarnación Irástegui

En dicha calle no.60 (hoy 529), entre Villegas y Bernaza, junto a la antigua puerta de Monserrate (en ciudad amurallada), se hilvanó esta historia fotográfica. Existía allí un laboratorio, estudio y lugar de venta de “efectos de daguerrotipo”, que en 1847 pertenecía al fotógrafo Juan B. Fernández. En 1851 pasó a ser del también español Pedro Arias, quien condujo la ocupación a la familia.

Encarnación Irástegui (inscrita así en Anuarios y Directorios Comerciales de la época, aunque también referida por otros investigadores como Aróstegui), esposa de Arias, es la iniciadora de la fotografía realizada por mujeres en esta Isla. Hacedora de retratos, el género reinante del siglo XIX, que alcanzó destreza en el manejo de los materiales fotosensibles, principalmente las planchas de cobre, y la experimentación con el calotipo. Está asumida como la primera no solo en ejercer la técnica y el arte de la impresión, sino por haber sido mostrada a la opinión pública. La primera en tener un anuncio en la prensa, 12 años después de la introducción del daguerrotipo en Cuba.

Daguerrotipo montado. Colección Fototeca OHCH

Durante los meses de febrero y marzo de 1853 se publica en el Diario de la Marina:

            FOTOGRAFIA. Aviso al público.

(…) Este laboratorio encierra algunas especialidades que son exclusivamente suyas, siendo entre otras lo inmejorable del gusto, lo alegre del local y una luz suave y luminosa que en nada ofende a la vista. Además hay brevedad en los trabajos, equidad en los precios y exactitud en los compromisos.

Pero la última especialidad, la sorprendente, la que es enteramente nueva entre nosotros es la siguiente: Desde hoy el bello sexo habanero podrá ir con toda confianza al referido laboratorio con la firme convicción de ver reproducida su imagen por la habilidad de una persona de su sexo que consagrada por mucho tiempo a la fotografía, ha llegado a obtener tan buenos resultados como el mejor retratista. Esperamos que este anuncio sea suficiente publicidad para que los señores no dejen de aprovechar esta feliz oportunidad, que acaso será por poco tiempo.

En esta nota se evidencia la práctica publicitaria del fotógrafo y dueño. No solo se hace ver lo exclusivo del evento, también se enfatiza la diferencia y patrón de calidad del trabajo femenino (con tan buenos resultados como el mejor retratista), la oferta de credibilidad y confianza para atrapar a la clientela femenina, damas de una sociedad aún muy cerrada, pero dirigida a los caballeros que desembolsarán las monedas para costear los retratos.

Retrato de pareja. Daguerrotipo montado

Recuérdese que las mujeres conocían de barreras y labores limitadas fuera del hogar, el bordado y las tertulias. Aún no accedían a la enseñanza pública y las principales “ocupaciones” a desempeñar por las blancas y las “libres de color” en una sociedad esclavista eran oficios como lavanderas, “jaboneras”, costureras, zurcidoras, modistas, parteras, tejedoras de sombreros, “crianderas”, dulceras, contadas maestras a domicilio… Profesión y arte quedaron a la espera. Reto y persistencia costó que se incorporaran a fondo las manos femeninas a la fuerza de trabajo no doméstico, como el de las torcedoras de tabaco en la década del 60 o el paulatino asenso de las profesoras, al abrirse el segundo nivel de enseñanza privado en los años 80.

Tabaqueras

Tras el terreno ganado y la muerte del Sr. Arias, se reorganiza el trabajo entre Irástegui y su hijo Vicente. El 25 de septiembre de 1855 se notifica en el Diario de la Marina la continuidad del servicio:

DAGUERROTIPO DE ARIAS,

La viuda del retratista al daguerrotipo D. Pedro Arias, cuyas obras ha celebrado tanto el público de La Habana, ha abierto un nuevo establecimiento a cuyo frente a puesto a don Vicente Arias, discípulo aventajado de su difunto esposo, y que cuenta con la práctica y conocimientos adquiridos a su lado por espacio de algunos años. Las obras que tiene hechas y que están de manifiesto, y la seguridad que se brinda al que vaya a retratarse, de que si no está a su gusto no pagará nada, esta mejor garantía que se ofrece.

Daguerrotipo. Colección Fototeca OHCH

El 14 de noviembre en el mismo diario, aparece la daguerrotipista como LA VIUDA DE ARIAS, siendo quizás también la primera en significarse con la condición de viuda de fotógrafo. Categoría que prevalecerá por el resto de los ochocientos.

Trabajaron bien de cerca la fotógrafa y el retratista, sin cambiar de morada. Mantuvieron la venta de efectos fotográficos y ampliaron las tipologías del género: retratos a domicilio, fotografías a cadáveres, rostros en medallones….

En 1859 ya aflora su imagen y nombre completo. En la edición primera del Anuario General del Comercio, de la Industria y la Administración de La Habana, en la sección “Lista por Profesiones, Oficios, Industrias &” se inscribe como Retratista al Daguerrotipo en una relación de quince.

Anuario General del Comercio, de la Industria y la Administración de La Habana, 1859

Aunque se refiere en material bibliográfico la persistencia del trabajo de Encarnación Irásteguihasta 1865, desde el mes de enero de 1855 se anunciaba en el mismo sitio el Retratista al Daguerrotipo Molina y en el año 1857,la Galería Nacional y Extranjera de José Lorenzo Cabrera. Al parecer compartieron igual segmento de tiempo y parcela varios comercios fotográficos a la vez, algo común en la época. Lo cierto es que era la única mujer aludida en ese contexto, capitulado por un oficio de confianza pero llevado de pantalones.

Fuentes bibliográficas: Anuarios, Nomencladores y Directorios Generales de Comercio e Industria de La Habana e Isla de Cuba (1841, 1859, 1860, 1870); Diario de la Marina, Periódico oficial del Apostadero de La Habana (1847-1857) y el texto: La primera mujer fotógrafa de Cuba, del periodista y fotógrafo Jorge Oller.

 

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Premios de fotografía en Cuba. Nueva entrega de Fotografia Líquida

Premios de fotografía en Cuba, a la sombra de las casuarinas

Por Grethel Morell

 

Niurka-Barroso-Génesis

Niurka Barroso, del ensayo Génesis, Premio Ensayo Fotográfico Casa de las Américas, 1998. Imagen. Cortesía Colección Casa de las Américas

A las nominadas… que no ha equivalido a premio.

Hay tradición de premios de fotografía en Cuba, lo mismo como parte de un evento mayor, que como lauro único en su tipo. Recuerdo y resalto el Premio de Fotografía Contemporánea Latinoamericana y del Caribe, luego devenido Premio de Ensayo Fotográfico instaurado y promovido por Casa de las Américas, lamentablemente desaparecido; el internacional Tina Modotti dentro de la Primera y Segunda Bienal de La Habana; el nacional José Tabío, máximo galardón del suceso Premio de Fotografía Cubana 1982 y en la Primera Bienal (1984), también extinto; el Salón Nacional de Fotografía (1999) de carácter competitivo; los certámenes de los fotorreporteros, auspiciados por la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), donde reconocían al Premio Nacional de Fotoperiodismo, igualmente desdibujado con los años.

 

Raúl-Cañibano-serie-Tierra-guajira

Raúl Cañibano, de la serie Tierra guajira. Primer Premio, Salón Nacional de Fotografía, 1999

Práctica hoy palidecida, eclipsada. Y más que con ánimo de añoranza, resuelta en necesidad y expectativa. Coexisten fotógrafas y fotógrafos que buscan en el escenario visual cubano actual confrontar, reconocerse. Un amplio espectro de creaciones fotográficas, generaciones y maneras de pensar la imagen inquieren eco y lugar. Obras y hacedores permanecen al aguardo de un acto exclusivo, una acción que disipe sombras.

Un poco de historia

Frecuente ha sido desde los años 90 la incorporación de profesionales de la fotografía a encuentros oficiales de las artes visuales (aún llamadas por estos lares Artes Plásticas) y sus nominaciones. En 1994 se instituyen los Premios Nacionales, por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas y el Ministerio de Cultura, distinguiendo  en ocasión primera al pintor vanguardista, diseñador y también fotógrafo Raúl Martínez. Tras más de veinte años otorgándolo anualmente, solo dos fotógrafos netos (límpidos en estética y sentido de lo fotográfico) han alcanzado tan elevado lauro: Raúl Corrales en 1996 y Ernesto Fernández en 2011. En la más reciente entrega, el trasdisciplinar José Manuel Fors lo obtiene, entre otras razones, en homenaje a su más hábil transición y transgresión entre la fotografía y el instalacionismo.

 

José-Manuel-Fors-Historias-circulares

José Manuel Fors, Historias circulares, 2006 (detalle)

 

Es de anotar como en igual espacio de progresión y apertura de las artes visuales en sí mismas, tiempos de avance, reconciliación, encomio de lo multidisciplinar y genérico, no se hayan conferido más premios a firmas femeninas, y menos aún, a fotógrafas. En 22 años de competición nacional solo una mujer ha recibido el reconocimiento: la escultora Rita Longa en 1995, junto a Agustín Cárdenas. Justo es asentir que disímiles artistas han sido sostenidamente nominadas en varias ediciones (como la pintora y grabadora Lesbia Vent Dumois, la creadora Zaida del Río y la pintora Rocío García), aunque al final las gustadas estadísticas continúan creciendo bajo el predominio masculino.

 

José-Manuel-Fors-serie-Atados-de-Memoria

José Manuel Fors, Sin título, de la serie Atados de Memoria, 2008

Tal fenómeno no parece ser exclusivo de las artes visuales, las circunstancias o el regionalismo, pues en el universo intelectual y la escritura también acontece. Llama la atención como en los magnánimos Premios Nobel de Literatura, desde su primera edición en el año 1901 hasta la fecha, de 108 distinciones dadas, solo 14 han terminado en manos de mujeres.

Retomar los grandes premios

Ante tal panorama me pregunto: ¿no es ocasión ya que desde este paraje geográfico, de muy fructífera y equitativa producción intelectual se coronen más hacedoras; que los listados, los museos, las ediciones… del arte enarbolen más faldas? Y desde la creación fotográfica, ¿no sería un buen momento para asentar un Premio Nacional de Fotografía (España y otras regiones lo tienen, sin colisionarle con el resto de las artes) como sesión independiente, no dentro de bienales o salones de arte contemporáneo? Distritos estos donde se demuestra cada vez más el deslinde de las fronteras entre fotografía en su concepto puro y obra de arte híbrida; donde la (re)producción de la imagen se utiliza, supedita, mezcla, “contamina”, marida o enriquece con la pintura, la instalación, la videocreación; en episodios donde se llegue a contemplar más en su lenguaje de vanguardia, yuxtaposición o en el socorrido término de contemporaneidad.

 

Viaje-Magico-y-Misterioso-#1

Rogelio López Marín (Gory), Viaje mágico y misterioso No.1, 1982. Tríptico. Premio Salón Paisaje

 

Hablo más bien de un Premio solo para ella, a efectuarse si se prefiere en el contexto de Noviembre Fotográfico (titulado antes Coloquio de Fotografía), henchido y renombrado evento que organiza desde el 2008 la institución insigne de la fotografía en el país. Creo amerita sitio y distinción la fotografía por sí misma, en su más vasta y sólida factura, contenido, aporte: tanto aquella que ha cruzado los años y las historias ya sea de perfil documental o la artística en todas sus variantes: la construida, la conceptual, experimental o manipulada; como el fotodocumentalismo, el ensayo de autor con tendencia al simbolismo y la subjetividad; o la imagen articulada en estudio, inclinada al discurso dual.

 

Viaje-Magico-y-Misterioso-#2

Rogelio López Marín (Gory), Viaje mágico y misterioso No. 2, 1982

 

Refiero la gratificación a profesionales de las cámaras que se han movido con excelentes resultados en varios géneros a la vez; o quienes han sabido capturar, acaudalar, la historia social de Cuba a través del valor testimonial de la buena imagen, o la historia del arte nacional a través del valor de apreciación y enunciado de una obra trascendente: desde los iniciadores –los que aún viven, es recomendable apurarse– del buen reportaje cubano en blanco/negro, que legó la conjugación de documento, inmediatez, instante preciso, técnica y composición; hasta las piezas más elaboradas en la calma del esbozo y el taller (precisadas en el laboratorio o en la pantalla de la PC), que innovaron alegorías e imaginarios en el arte.

 

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Rogelio López Marín (Gory), Viaje mágico y misterioso No. 3, 1982

 

Ejemplos para nominar existen: fotógrafas y fotógrafos que han sostenido carreras de largo aliento, solo faltan los premios. Me disculpan los más jóvenes, los menores de 40, que también poseen méritos y cauces; pues ya cuentan con el impulso de la Beca de creación Raúl Corrales que lanza la Fototeca de Cuba cada año desde el 2009.

 

Alfredo-Sarabia-del-ensayo-La-parábola-del-sembrador

Alfredo Sarabia (hijo), del ensayo La parábola del sembrador, 2007-2010. Premio Beca de creación Raúl Corrales, 2009

 

¿… y los pequeños también? 

En la Isla se vivió una etapa de un verdadero fervor fotográfico, desde una perspectiva historicista, sociológica, ideológica en los tempranos 60; desde el ensanchamiento de las lecturas, los motivos, la aceptación y búsqueda de sintonía del discursar internacional en los años 80. Sin detenernos en causas y diferencias, ante tal boom en ambas coyunturas la fotografía proliferó en exhibiciones, convocatorias, salones… y por ende, en el manejo público y apreciativo de la imagen.

Numerosas iniciativas laudatorias contaron durante el último período aludido, con acciones que propiciaron el interés sobre la producción fotográfica, sus categorizaciones (hiper especificadas, diría) y alcances. Diversificada también en sus procuradores, fueron estimables de premios desde los jovencísimos creadores de la entonces Brigada de Jóvenes Escritores y Artistas Hermanos Saíz, hasta los fotoperiodistas de plantilla de publicaciones muy específicas en su misión (Fototécnica, los extendidos salones de la UPEC).

 

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Adalberto Roque, de la serie Jodidos pero contentos. Premio Salón Playa 1981. Imagen. Cortesía Colección Fototeca de Cuba

 

La fotografía era recibida y ungida en concurrencias de diversos estilos: los salones de paisaje (distingue el Salón Paisaje 1982, donde se reconociera la renovadora obra de Rogelio López Marín (Gory), un tríptico de fotografías y fotomontaje iluminado con óleo, acompañado de un texto de ficción escrito por el artista), los salones juveniles (el creativo Salón Playa 1981, donde se premiara la avanzada serie iluminada con óleo Jodidos pero contentos, de Adalberto Roque), los concursos de gráfica 13 de Marzo, organizados por la Universidad de La Habana, a la par de competiciones afines como el Premio de Fotografía a color, promovido por la revista Revolución y Cultura, el Premio de fotografía deportiva (generado por el Círculo de Periodistas Deportivos)… abundantes resultan las ejemplificaciones.

 

Adalberto-Roque_de-la-serie-Jodidos-pero-contentos2

Adalberto Roque, de la serie Jodidos pero contentos. Premio Salón Playa 1981. Imagen. Cortesía Colección Fototeca de Cuba

Más no ha contado, excepto en puntuales intervenciones (proyectos y espacios autónomos) con un galardón exclusivo para las fotógrafas, temas contiguos a la feminidad, o en pos de acreditar posturas, certidumbres, diálogos desde lo femenino. Otro punto a tomar en la agenda… y a eximir de la sombra de lo habitual.

 

¿Y a ti qué tipos de premios de fotografía te gustaría se promovieran en Cuba?

 

 

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Texto escrito especialmente para Fotografía Líquida. Se prohíbe la reproducción en cualquier medio o formato sin la autorización expresa de la autora y Circuito Líquido.
© Imágenes: Cortesía de sus autoras y autores
© Sobre el texto: Grethel Morell
© Sobre la publicación: Circuito Líquido

 

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Lo que nos dicen por e-mail 😉

 

Gracias por tu trabajo tan serio y riguroso!!
Estoy de acuerdo con todo lo que has escrito, besitos”.

Niurka Barroso, fotógrafa

Gretell, tu siempre con tus acertadas palabras, coincido contigo en tus reflexiones. Un abrazo y te quiero, chino arcos.”

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